April 24 – Sunzal, El Salvador

Morning light spilled across the cobblestones of Sunzal, soft and golden, painting the sea in slow motion. I walked down to the point with my camera as the longboarders prepared for the national competition — boards lined up like instruments waiting for the first note. The air was warm and easy, filled with laughter, salt, and quiet focus. Between the palms, the ocean unrolled clean, glistening lines, wrapping along the point with a rhythm only Sunzal knows. Through my lens, I caught the small moments — wax melting in the sun, toes tracing the rails, friends cheering from the shore. Each glide felt timeless, like the wave itself was carrying the story of this coast — graceful, grounded, and endlessly alive.

24 de abril – Sunzal, El SalvadorLa luz de la mañana se derramaba sobre los cantos rodados de Sunzal, suave y dorada, pintando el mar en cámara lenta. Caminé hacia la punta con mi cámara mientras los longboarders se preparaban para la competencia nacional — las tablas alineadas como instrumentos esperando la primera nota. El aire estaba tibio y tranquilo, lleno de risas, sal y concentración silenciosa. Entre las palmeras, el océano desplegaba líneas limpias y brillantes, envolviendo la punta con un ritmo que solo Sunzal conoce. A través del lente capturé los pequeños momentos — la cera derritiéndose al sol, los dedos deslizándose por los bordes, los amigos animando desde la orilla. Cada deslizamiento se sentía eterno, como si la ola misma contara la historia de esta costa — elegante, arraigada y llena de vida.